Penélope te aguarda,
pero no te perdona esa espera.
Al ver esas velas
oteando el horizonte,
su ceño se entrecierra...
Siente amenazados
el silencio de sus paredes
por ella tan labrado;
la calma de sus días,
los sueños de sus noches:
el trabajo laborioso de sus telas,
el vislumbramiento y rechazo de otras velas.
-Su excusa hace ya tiempo
se convirtió en gustosa rutina-.
Con su soledad apacible
se siente más llena de vida.
Se centra en su recuerdo,
platónico y placentero.
Piensa en sus manos y su boca.
Con miedo borra
sus ardientes pensamientos:
Tal vez algún día
no se reconozcan...
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